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Pinky & The Brain meet the borg

Posted by bpbrainiak en 30/07/2008

Primero, no soy el autor de esta entrada, si no un blog argentino que ya no existe…

habiendo aclarado eso se los dejo

– Dime, Cerebro ¿Qué vamos a hacer esta noche?
– Lo mismo que hacemos todas las noches, Pinky… ¡Tratar de conquistar el mundo!
– ¿Y cómo lo haremos esta vez?
– ¡Este es un plan maestro, Pinky! Y, para ejecutarlo, usaremos mi nuevo comunicador subespacial de rayos de neutrinos
– ¡Narf!

Es de madrugada en los laboratorios Acme. Cerebro trabaja febrilmente sobre su nueva máquina, el mentado comunicador subespacial de rayos de neutrinos, una pieza de cuestionable valor tecnológico, aunque de increíble ingenio. Por fuera, la máquina parece un lavarropas… ejem.. de hecho, por fuera, la máquina ES un lavarropas, relleno de montañas de circuitos recolectados de distintos artefactos domésticos en deuso y unidos a una curiosa antena parabólica hecha con la tapa de una cacerola.

– Pinky… ¿Estás pensando lo mismo que yo?
– Si Cerebro, creo que sí… Si a Pinky le cambiamos la «i» por una «u», queda Punky… «The KKK took my Pinky away….» ¡Point! Ja ja ¡Narf!
– ¡No, pedazo de alcornoque! Estoy pensando en que, con mi nuevo transmisor, puedo convocar al grupo de seres más delesnables y peligrosos de la galaxia, cuya influencia es tan fuerte que nadie puede resistirlos y, uniéndome a ellos, tomar control de toda la humanidad.
– ¿Bandana?

Cerebro golpea a Pinky contundentemente en la cabeza con un pisapapeles que dice «Recuerdo de Mundo Marino» y le explica, visiblemente alterado: «Noooooooooooooooo… ¡Estás más descerebrado que un Ministro de Economía Argentino! Estoy hablando del próximo paso en la evolución de las especies humanoides; de los seres más perfectos que el universo haya conocido; de la perfecta conjunción entre hombre y máquina: ¡Los Borg!».

El techo del laboratorio se abre para dejar ver un cielo estrellado. De la precaria antena brota un rayo azul y desparejo que se interna en el espacio profundo mientras la máquina zumba y se sacude.

– Pinky, necesito que operes el emisor de rayos tachion – ordena impetuosamente Cerebro
– ¿Es un tablero con muchos botones numerados? ¡Zort!
– ¡Noooooooooooo! Ese es el control remoto de televisor, el otro tablero a tu derecha
– ¿El de las lucesitas centelleantes?
– ¡Centelleante va a quedar la parte más baja de tu anatomía si no cooperas, Pinky!
– ¡Narf!

Pinky pulsa botones y mueve palancas febrilmente mientras Cerebro observa expectante la pantalla. Entonces, una tremenda nave espacial en forma de cubo eclipsa el paisaje de estrellas.

– Somos los Borg. Bajen sus escudos y entreguen su nave. Sus carácterísticas físicas y tecnológicas serán asimiladas a las nuestras. Resistirse es fútil.
– ¡Un momento! – Cerebro enfrenta en tono desafiante el mandato Borg – Queremos cooperar. Somos seres de intelecto superior del planeta Tierra y estamos dispuestos a ser asimilados para que, con su tecnología y nuestros conocimientos sobre la humanidad, juntos podamos conquistar al mundo.
– La conquista mundial es irrelevante. Los seres biológicos en su planeta serán convertidos en drones que servirán al colectivo y sus capacidades tecnológicas serán asimiladas para complementar las nuestras – la metálica voz del Borg no deja espacio para mucha pelea.
– Está bien, estamos dispuestos a entregarles nuestra tecnología, a cambio de su poderío para que yo, Cerebro, pueda dominar este insignificante planeta.

Cerebro está dispuesto a continuar con su discurso, cuando al murmullo de un transportador le sigue la aparición de dos robustos drones en medio del laboratorio. Enseguida, cada uno de los drones toma por la fuerza a uno de los ratones y les inyectan tubos de asimilación. Miles de nanosondas empiezan a tomar control de los dos roedores mientras los cuatro son transportados simultaneamente al cubo Borg.
Más tarde, en la Casa Blanca…

– Señor Presidente, Señor Presidente – un General lleno de condecoraciones entra desesperado y a los gritos en el salón oval – ¡Estamos siendo asediados por la más temible de las fuerzas!
– ¡Diablos! Les dije mil veces a los del Servicio Secreto que no dejaran entrar a Mónica
– No, Señor Presidente, esto es peor que Mónica, Paula y la mismísima Hilary juntas
– ¡Nada puede ser peor que esas tres juntas! Ni siquiera los alienígenas de Independence Day
– ¡¿Ah, conque no?! – desafía el general – Pues vea esto…

La pantalla se enciende en la pared del Salón Oval y un Cerebro con la cara llena de implantes borg se presenta: «Soy Cerebrus de Borg… Resistirse es fútil». Un segundo drone entra en cuadro y amenaza al Presidente: «Soy Porgky ¡narf! resisfutil es tirse ¡point! vamos a conquistar el muuuuuuundoooooooooooo… ¿viste Cerebro? ¡finalmente vamos a conquistar el mundo! ja ja ¡Zort!». Cerebrus le hace a Porgky un piquete en el implante ocular que apaga el puntero laser que todos los drones llevan ahí, vaya uno a saber para qué, y remata su sesión de castigo con un puntapie en el implante sub-sacro-coxis

– Nunca nos entregaremos – grita el Presidente ante la pantalla, con el puño en alto y actitud amenazante – Resistiré a la ocupación borg como resistió Charly Sheen en «El ala oeste», como Bill Pullman en «Día de la independencia», como Morgan Freeman en «Impacto profundo», como Michael Douglas en «Mi querido Presidente», como Juan Leyrado en «Gasoleros»… «We will survive… We will not go quietly into the night»… Resistiremos.
– Ya le expliqué, Señor Presidente, que resistirse es fútil
– Ah, bueno
– Noooooooooooo – la primera dama entra gritando en el Salón Oval – ¡No permitiré que arruinen mis tailleurs de Versacce con esos implantes tan demodé! – y, haciendo un gesto de esos que meten miedo, presiona el famoso botón rojo.

Todas las armas nucleares norteamericanas se disparan simultáneamente contra el cubo borg. Los primeros logran hacer algún daño, que muy rápidamente es reparado y regenerado. Los escudos de la nave se adaptan rápidamente a esta primitiva forma de ataque y, en poco segundos, los poderosos cohetes terrícolas se hacen polvo sin siquiera hacerle cosquillas al cubo. Tal como Cerebrus de Borg les habría anunciado, la resistencia demuestra ser complétamente fútil (nota del autor, para todos aquellos que desde el comienzo de este relato están buscan «fútil» en el diciconario: fútil = al pedo).

– ¿Vamos a ir a la tierra en la cosa de las lucecitas centelleantes, Cerebrus? ¡Point!
– ¡Oh, Diablos, Porgky! Encima de imbécil, repites el mismo cliché de las lucecitas centelleantes dos veces en la misma historia… Algunas veces eres más repetitivo que un sketch de El Manosanta…
– ¿Entonces no usaremos las lucecitas centelleantes? ¡Zort! – Pinky, convertido ahora en el primer drone lo suficientemente idiota como para tener sentimientos, deja rodar una pesada lágrima desde su implante ocular.
– ¡Ya basta! ¡Deja esas mariconadas para Domingo Cavallo! Sí, vamos a usar las «lucecitas centelleantes», que dicho sea de paso, se llama rayo transportador. Con el, miles de nuestros poderosos drones desembarcarán en el planeta Tierra, asimilarán a toda la población y los convertirán a su vez en nuevos drones que obedecerán al Colectivo y a mi, Cerebrus de Borg… Entonces, habremos logrado nuestro tan anhelado objetivo: ¡Conquistar el mundo!
– Naaaaaaaaaaaaarf

La invasión comienza en forma inmediata. Miles de drones se materializan en forma instantánea en cada rincón del planeta, asimilando hombres, mujeres, niños y hasta políticos y funcionarios públicos; sin distinción de edad, sexo, color, tamaño, religión o diagnóstico de su psiquiatra. «¡Soy un monotribustista, apiádense de mi», ruega un comerciante del Once. «¡Me quedaron los ahorros de toda una vida en el corralito!», implora piedad un jubilado. «¡Que se vayan todos! ¡Desde la Reina Borg hasta el último de los drones! ¡Juicio político a 7 de 9! ¡Que explique dónde se metieron los otros ocho! ¡Investiguen a Hugh por tráfico de personalidad!», piden a los gritos Luis Zamora y Lilita Carrió. Pero es inútil (o fútil, que queda más borg ¿no?). Los drones asimilan a todos por igual, haciendo oídos sordos a los ruegos de la gente.

– Nuestro plan maestro para conquistar el mundo es un verdadero éxito, Pinky… ejem, es decir… Porgky
– ¡Narf! ¡Es cierto Cerebro… ehhh… perdón… Cerebrus! ¡Zort! ¡Es un éxito, es un éxito! ¡Al infinito y más allá!
– ¡Oh, rayos, Pinky! Te dije que no te presentaras a ese casting para Buzz Lightyear, que nunca te darían el papel
– Pero es que quería probarme ese traje
– ¿El traje de Lightyear, Pinky?
– Si, Cerebro, el de las lucecitas centelleantes
– ¡Otra vez con las lucecitas centelleantes! – se enfurece Cerebro, mientras le propina un jab de derecha que hace temblar todos los implantes de su compañero – ¡Lucecitas centelleantes te voy a hacer ver de la cantidad de golpes que te voy a dar! Ya dejémonos de tonterías y continuemos asimilando humanos.
– Pero, Cerebro… es que…
– Pinkyyyyyyyyyyyyyyy… si no obedeces mis órdenes, le diré al colectivo que te reclute para limpiar los baños en un crucero Klingon, donde seguramente terminarán por servirte en la mesa del Capitán junto a una suculenta porción de Ghaj.
– ¡Point! Pero, Cerebro…
– ¡Pinky, a trabajar!
– Pero, Ce…
– ¡A trabajaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaar! Vete inmediatamente a ese parque y asimila a todos los niños que encuentres… necesitamos drones jóvenes.

En el parque cercano hay varios niños jugando. Hay dos particularmente pequeños. Deben tener menos de dos años. Están sentados en el césped y juegan con una pelota. Se tiran la pelota uno al otro. Y les parece de lo más divertido. Se ríen a las carcajadas mientras la pelota va y viene. Pinky, cumpliendo las órdenes de su amo, se acerca a estos dos chiquilines con toda la intención de asimilarlos. La vista y el implante ocular se le empiezan a empañar con lágrimas. No puede hacerlo. Le parece cruel. Le resulta desalmado. No puede interrumpir ese juego. No puede abortar esa inocencia.

Llorando y al grito de «¡Narf!», se sienta en el pasto y empieza a jugar con los chicos. Ahora son un trío que se pasa la pelota unos a otros. Ríen. Ríen todo el tiempo. Ríen mucho. Ríen fuerte. Sin quererlo, la risa comienza a invadir el colectivo Borg. Pronto, todos los demás drones empiezan a reir. Pasan sólo unos minutos y pronto todos los borg están al aire libre, en pequeños grupos de dos, tres o cuatro, jugando a la pelota.

La invasión ya no es una invasión, es un juego de niños.

– ¡Nooooooooooooo! – grita Cerebro desconsolado, mientras ve cómo la imponencia del colectivo sucumbe entre las risas – La idiotez de Pinky se ha propagado por el colectivo con la misma facilidad con la que se propaga un virus a través del Microsoft Outlook.
– Somos los borg – dice la voz del colectivo – Resistirse es fútil… ¡Jugar a la pelota es más divertido! ¡Point!
– ¿¿¿Y nuestra conquista mundial??? – Cerebro inquiere al colectivo a los gritos.
– La conquista mundial es irrelevant ¡Zort! ¡Jugar a la pelota es más divertido!
– ¡Nooooooooooooo!

En los laboratorio Acme, sobre una cama quirúrgica, Cerebro termina de remover el último implante borg de la anatomía de su compañero. Está decepcionado por los resultados atroces de su maravilloso plan.

– ¿Vamos a jugar a la pelota, Cerebro? – pregunta Pinky
– No, Pinky, debemos prepararnos para mañana en la noche.
– ¿Y qué vamos a hacer mañana por la noche? ¿Vamos a enseñarle a los Vulcanos a jugar al «huevo podrido»?
– No, Pinky… haremos lo mismo que hacemos todas las noches: ¡Tratar de conquistar el mundo!
– ¡Narf!

Una respuesta to “Pinky & The Brain meet the borg”

  1. shelo said

    .
    jojojo me lo lei todo… pero no me gustó el final xD

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